Dos años después de mi tercer década
Quizá una crisis tardía.
Quizá el “darse cuenta”, “caer” a veces se asemeja al primer
llanto-alarido del nacimiento.
Y así voy entre la plenitud tan
genuina mente conectada con lo mas mío, y ese dolor que desprende de lo que los
demás me conectaron, que se mezcla, y a vez por momentos tan claramente puedo tamizar y
distinguir, pero me hace llorar mucho. Será una especie de “limpieza
espiritual” o solamente una descarga necesaria.
Me incomodan ya los viejos
traumas, lo siento así. Pero pienso una cosa y siento otra, porque me doy
cuenta que mi debilidad aflora frente a las mismas cosas. Y a otras nuevas
también. Siento miedo pero pienso que me la banco, así que en general
voy hacia adelante. Es como pasar frente a un perro que te mira fijo, mientras
pasas te sube la adrenalina y estás esperando sentir el tobillo tironeado,
sudas, pero no te quedas enfrente del perro, sino que pasas caminando despacito
y seguís. Así me paralizo yo, se me cierra el pecho pero termino pasando.
En estos días de convulsión, de
sentimientos oscuros, inmaduros si se quiere, llegue a un lugar muy común y
conocido pero que me hizo sentir cómoda porque lo sentí propio, fue un
intercambio, dejé lo viejo ahí como está, y tomé la esperanza, el compromiso, la
convicción de que ahora puedo elegir y puedo y debería hacer algo bueno
conmigo, deseo un buen resultado para mí y lo que venga desde mí. Puede ser que
después de pasar frente a tantos perros no sea tan “cuiqui” como pienso.
Siento el paso a un nivel superior, a deseos
nuevos de los más significativos, y lo mejor de estos días y lo que más me
conmovió es tener tan presente que yo puedo hacer que mi historia sea diferente
de mí hacia los míos, con los que están y con los hermositos que vendrán. Es
una sensación muy poderosa creerte que podés terminar con tus dolores. Así sea
con los viejos, para enfrentar los nuevos.
"No dejaré ya descansar mi pies"...